Y la verdad es muy sencilla: Sánchez habló con el ministro Sebastían sobre su tesis. Sebastían le encargó a su jefe de gabinete que se la hicieran en el ministerio. Luego, arrepentido por ese abuso, le propuso a Ocaña que publicasen el libro juntos.
O quizá la verdad sea que Ocaña estaba muy ocupado siendo jefe de gabinete del ministerio de comercio e industria y decidiera pasarle unos documentos a Sánchez, y Sánchez los fusiló en la tesis sin contemplaciones.
No tengo ninguna prueba para sostener ninguna de estas dos variantes. Así que no puedo sostener que sean la verdad. Es más, no la sé. Mi titular es puro clickbait.
Pero sí tengo algunas intuiciones:
En 2011, en medio de una crisis económica tremenda, no creo que ni Ocaña nadie del ministerio tuviera ni tiempo ni ganas de analizar la diplomacia económica de España en 2004 en un informe “interno”. Eso no tiene sentido. Ese tipo de trabajos no se desarrolla en los ministerios. Los funcionarios no son investigadores. Además, andaba la cosa apretada con la prima de riesgo y la crisis. Tampoco me imagino a un funcionario pasando notas o informes internos a un externo. No sé, no me cuadra. En aquellos años estuve en la administración y nunca escuché ni hice tal práctica.
Es más, un jefe de gabinete de un ministro, con rango de director general, no creo que dedicase mucho tiempo a atender a un diputado raso y desconocido como Sánchez, que a la postre ni siquiera iba en puestos de salida. Sabemos además que terminando el gobierno socialista, Ocaña estuvo ya en otros menesteres profesionales.
La tesis se presentó a finales de 2012, cuando Sánchez no era diputado, y Ocaña ya no estaba en el ministerio. Y en la misma, como se ha podido saber, se citan eventos ocurridos en 2012, por lo que al menos hay evidencia de que una parte de la misma fue escrita con posterioridad.
Así que ahí viene mi hipótesis:
Sánchez solicitó ideas, documentos, papeles, etc para desarrollar su tesis. Se le proporcionaron documentos públicos, y probablemente se hicieron algunas entrevistas. Sánchez terminó su tesis y luego buscó publicarla. Una tesis de 347 páginas es impublicable en una editorial no académica, y las académicas quizá no vieron el interés. O quizá tenía demasiada paja o cosas muy malas. Así que para adaptarla, actualizarla y resumirla, contó con Carlos Ocaña, firmando ambos el manuscrito. Fin de la historia.
¿Qué tiene mi versión de buena sobre las otras? Que es la explicación más sencilla, y cumple así el criterio de la navaja de Ockam: la explicación más sencilla suele ser la más probable.
¿Qué pruebas tengo para sostener mi relato? Exactamente las mismas que los que afirman que Sánchez plagió la tesis de informes internos del ministerio que Ocaña le pasó en su momento. Es decir, ninguna. Pero me permito una última reflexión:
Mi propuesta es falsable: se puede demostrar que es falsa. Las otras propuestas no lo son, porque es imposible demostrar que no le pasaron documentos. Si no se encuentra evidencia alguna de que Pedro plagiara nada del ministerio, siempre se puede argumentar que no se ha buscado lo suficiente, o que se oculta información. Si no se encuentra evidencia de que Ocaña le escribió la tesis, siempre se puede decir que hay un pacto de silencio entre ellos.
Es decir, es imposible que yo demuestre que no soy una bruja, puesto que siempre puede haber alguien que justifique la ausencia de pruebas en mi maligna habilidad para esconderlas. Así ocurrió en los juicios de Salem, donde la carga de la prueba recaía sobre la acusada, y donde siempre quedaba el recurso a la tortura para hacerla confesar.
La línea que separa la transparencia de la caza de brujas es muy delgada, quizá demasiado. Exigimos apertura total y quien no la proporciona es sospechoso per sé. Si la tesis de sánchez fuera un plagio ya lo sabríamos. La universidad ya ha mostrado que su grado de coincidencia con otro textos es del 15%, el estándar para estos trabajos. Si la tesis de sánchez es sospechosa de plagiar textos no publicados, como parece indicarse, cualquiera lo es -¿quien le dice que este post no se lo he copiado a un amigo de su cuaderno?- y esto nos lleva a tener que demostrar nuestra honorabilidad, en un mundo donde se presupone la culpabilidad, como en Salem. Es una pendiente peligrosa esta de tener que demostrar la inocencia. Cada vez más dedos acusadores buscan sombras para señalar a las brujas.
Logícamente habrá quien piense que escribo esto para defender al Presidente, como si él necesitase de mi apoyo. Bien al contrario, me permito hacerlo alertando contra este tipo de razonamientos basados en la “convicción moral” que nos llevan por el mal camino de la postverdad. A mi favor, y para defender mi honorabilidad, recuerdo a los lectores que no es la primera vez que defiendo la presunción de honorabilidad de alguien o de alguna decisión o nombramiento, gente a veces antagónica en términos políticos. A veces me equivoqué y a veces acerté. Veremos si esta vez me equivoco o no. Si es así, estaré encantado de reconocerlo.